Somos seres humanos y por lo tanto buscamos las mejores comodidades para suplir nuestras necesidades; muchas veces caemos en el error de mejorar nuestra apariencia física sin preocuparnos por nuestro progreso espiritual. Cuantas veces en la vida, por culpa de la avaricia y el querer mas y mas éxito, nos olvidamos de lo mas importante: el amor.
Cuantas veces en la vida, lo único que queremos tener en abundancia es dinero, propiedades aquí y allá, la maliciosa fama, el denominado éxito; muchas veces luchamos por conseguir todo ello y hacemos de lado lo que mas necesitamos, a los nuestros.
Cuantas veces en la vida, muy tarde, nos damos cuenta de que perdimos el tiempo en vanidades mundanas, en diversiones falaces y en engañosos espejismos de placeres, perdiendo así nuestro espíritu de fe y amor.
Cuantas veces en la vida, ya de adultos, admitimos que en la burda realidad, de adolescentes frente al mundo, nos perdimos en justificaciones y excusas, mientras que hubiésemos podido aprovechar y eliminar esas excusas, conociendo así un poco mas el amor de nuestro creador.
Tan solo es en ese momento o tal ves en otro, pero igual de irremediable en el que nos damos cuenta que perdimos demasiado por correr tras de castillos en el aire; y lamentablemente uno le queda por interrogarse: ¿Cuantas veces en la vida...?
A una vida inanimada.